¿Quién dice que las matemáticas no son divertidas?
Las matemáticas están presentes en todos los campos del conocimiento científico: la biología, la física, la química, la sociología, la ingeniería o la economía tienen un fuerte fundamento matemático, y tal vez resulta mucho más fácil buscar donde no está presente.
Pero las matemáticas no son sólo números y fórmulas. El pensamiento matemático tiene múltiples vertientes que se pueden explorar, trabajar y mejorar mediante el juego.
Recorriendo escuelas de todo el país nos hemos dado cuenta que hay un hecho en común en todos los niños y niñas: la curiosidad y las ganas de resolver retos. La curiosidad casi siempre está, pero el esfuerzo de intentar resolver un reto pide que se tenga en cuenta que su dificultad debe estar a su nivel y que tenemos que poderlo graduar según su propio ritmo de aprendizaje.
¡Pero no estamos hablando de ejercicios! Somos especialistas en juegos y se trata de pasarlo bien. La buena noticia es que hay muchos juegos que permiten pasárselo bien y, a su vez, aprender sin querer conceptos matemáticos.
Algunos son nuevos, otros tienen miles de años. Algunos vale la pena comprarlos y otros los podéis hacer en casa.
Awalé es un juego fantástico para trabajar el cálculo, no paras de contar y contar… Pero no se lo digáis a vuestro hijo o hija.
Podéis explicar que es un juego milenario de origen africano con el que juegan niños y adultos para pasárselo bien, que tiene una base agrícola y que recrea el ciclo de la siembra y la cosecha.
Lo podéis fabricar con una caja de huevos y unos cuantos botones o haciendo unos cuantos agujeros en el suelo y buscar piedrecitas…
Y no me digáis que no tenéis un juego de damas. ¡No es el hermano pobre del ajedrez!
Se han tenido que dedicar centenares de ordenadores y 18 años para probar que jugando de forma perfecta y sin ningún error una partida siempre acabaría en tablas…
Hay billones de combinaciones posibles. Jugad y poned en acción percepción espacial, estratégica, lógica, concentración, memoria… En un juego aparentemente sencillo.
También hay puzzles o laberintos lógicos, en los cuales se nos dan unas premisas al inicio y tenemos que descubrir cómo distribuir unas piezas, cómo ir de un lado a otro o qué secuencia debemos seguir para resolver un problema.
Todos acostumbran a ser progresivos, es decir, que el nivel de dificultad del problema lo podemos escoger e incrementar siguiendo el ritmo que quiera el jugador.
Con algunos de ellos se puede empezar a jugar a partir de los 4 años: Archelino, Hoppers, Rush hour, Crazy office, Camelot…
Y ahora… ¿Por qué no hacéis una partida?