Había una vez…
Había una vez un elefante pequeño que siempre se escapaba de sus padres. Salían a pasear y siempre, siempre, salía corrriendo por delante de sus padres sin mirar atrás, sin vigilar si cruzaba un río, subía una montaña o se adentraba en el bosque.
Mamá Elefante y Papá Elefante siempre lo reñían y le decían que no tenía que hacerlo porque se podía perder si se iba demasiado lejos. Pero el pequeño elefante no les hacía caso ni les escuchaba. Era feliz, no tenía miedo y corría y corría sin parar por todos lados.
Un día salieron a pasear, como hacían cada día desde que Orejitas nació. Hacía un poco de frío y parecía que iba a llover. Estaban pasando cerca de unos almendros cuando Orejitas salió como una flecha detrás de una mariposa, corriendo como un loco sin parar.
De golpe, sus padres se dieron cuenta de que no lo veían, y empezaron a llamarle una y otra vez… Pero Orejitas no respondía. Sus padres se asustaron mucho y decidieron separarse para buscarlo en distintos lugares.
Mamá Elefante fue hacia el río y Papá Elefante hacia el bosque.
Y, de golpe… Empezó a llover. El día se volvió gris… Mamá Elefante ya no tenía voz, se había quedado afónica de tanto llamar a su pequeño elefante.
Papá elefante volvió del bosque sin éxito: ni rastro de Orejitas.
Fue entonces cuando la vaca Paca, amiga de la familia, los encontró desolados: ya no sabían dónde buscar y sólo esperaban que el pequeño elefante volviera a casa… Cuando la vaca Paca los vio tan desesperados, decidió ayudarles. Les dijo:
-Ahora mismo voy hacia la montaña a ver si con suerte lo encuentro. No os preocupéis. Vosotros quedaos aquí por si Orejitas vuelve.
Mientras tanto… El pequeño elefante estaba sentado sobre una piedra. Tenía mucho frío y mucho miedo, estaba solo y muy triste y pensaba que tenían razón sus padres cuando le decían que no tenía que escaparse. Entonces empezó a llorar, y lloró tan y tan fuerte y con tanta fuerza que la vaca Paca que subía la montaña lo escuchó.
-Orejitas… ¿Dónde estás? -gritaba la vaca Paca.
Pero como lloraba tan fuerte no escuchó a la vaca. La vaca Oaca fue siguiendo el llanto hasta que lo encontró sentado encima de una piedra.
-¡Qué alegría, Orejitas! Por fin te he encontrado. Acompáñame, que te llevaré a casa. Tus padres están muy preocupados.
Y así fue como la vaca Paca llevó de vuelta al pequeño Orejitas a su casa.
Al verlo, sus padres se pusieron a saltar y bailar de alegría y Orejitas les prometió que nunca jamás se volvería a escapar y que siempre iría a su lado. Y con su trompa cogió la cola de su madre y ya no se volvió a escapar nunca más cuando salían a pasear.
¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!