Cultivando su autonomía
La mayoría de libros sobre educación infantil y juvenil nos dicen que uno de los objetivos de los padres es ayudar a los hijos a separarse de ellos, a convertirse en individuos independientes.
Se nos ha dicho siempre que tenemos que permitir que se enfrenten a sus propios problemas. Para llegar a sus decisiones y que aprendan de sus errores.
Esta es la teoría.
Pero muy a menudo podemos observar cómo nos avanzamos en la acción de nuestro hijo para evitar que se equivoque o cómo lo dirigimos con consejos o advertencias sobre aquello que le conviene más o menos y aquello que tiene o no que hacer.
Una excesiva relación de dependencia puede hacer que el niño o la niña empiecen a tener sentimientos de impotencia, rabia o incomprensión.
Además:
Las personas sobreprotegidas acostumbran a ser muy inseguras.
La culpa es siempre de los demás.
Siempre piden otras oportunidades.
Tienen sentimientos de injusticia cuando salen de la burbuja y tiene que enfrentarse al mundo.
Para nosotros, muchas veces, como padres y educadores tenemos serios problemas para distinguir la frontera que separa el acompañamiento de la sobreprotección.
¿Qué beneficios les aporta ir adquiriendo cada vez más su autonomía personal?
Entre otros:
- Favorecerá la progresiva creación de una auto imagen fundamentada en el sentimiento de capacidad, y eso le permitirá pedir ayuda si la necesita.
- Aumentará su motivación para aprender y le dará mucha seguridad-
- Hay algunos pequeños consejos para ir reforzando, poco a poco, estos sentimientos mencionados.
- Dar alternativas, ya desde pequeños.
En vez de:
– “Tienes que ponerte la camiseta roja y los pantalones azules. Aquí los tienes.”
– “¿Qué quieres ponerte, la camiseta roja o la verde?”
Permite al niño o niña sentir que, de alguna manera, decide sobre aspectos relacionados con su vida.
Otras herramientas con las que contamos para desarrollar su autonomía son estas:
I. Mostrar respeto por su lucha
En vez de:
– “¿Por qué tardas tanto abrochándote la camisa? Venga, ven. Ya lo hago yo.»
– “Hacer un comentario de texto no es tan dificil, hijo. Tienes que leer bien y redactar con orden. ¡Mira cómo lo hago yo!»
Utilizar expresiones que reconozcan el mérito de lo que están haciendo:
– “Vaya, ¡no es fácil hacer que coincida cada botón con su agujero!”
– “Hacer un comentario de texto tiene su complicación, la verdad.»
El niño o adolescente siente valorado su esfuerzo y gana confianza para seguir adelante.
II. Apoyar
En vez de:
– “Mama, cuando sea mayor quiero ser actriz.” -“¿Qué dices, hija? Deja de decir tonterías. Lo que tienes que hacer es estudiar.»
Acompañar el deseo:
– “Así que querrás ser actriz… ¡No sabía que te gustaba tanto la interpretación!”
Uno de los placeres de la vida es soñar. Cuando intentamos preparar a un hijo para la posibilidad de un desengaño a veces podemos robarles experiencias importantes o hacer que duden de sus capacidades.
III. No dar todas las respuestas
En vez de:
-“Papa, ¿de dónde viene la lluvia?»
-Pues mira, cuando hay humedad en el aire…
Devolver la pregunta:
-¿Tú de dónde crees que viene?
-No sé, a lo mejor de unas bolsas de agua que hay en el cielo…
No es tan importante dar una respuesta correcta, es mucho más importante que él se dé cuenta de que tiene la posibilidad de encontrar las respuestas por sí mismo.
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Feliciano Garcia
- Docente, Técnico en Educación Emocional. Terapia familiar. Formado en Constelaciones Familiares.